El trabajo está cambiando. ¿Podemos pedirle que sea mejor? Entrevista
25 nov 2020
6 min
Autor de “El trabajo ya no es lo que era”. Conector de la red Ouishare.
Periodista freelance
Albert Cañigueral se ha convertido en un referente de la economía de plataformas gracias a su experiencia como fundador del blog Consumo Colaborativo y como líder de desarrollo de la plataforma Ouishare en España, una comunidad internacional enfocada en la economía colaborativa. Recientemente ha publicado el libro “El trabajo ya no es lo que era: nuevas formas de trabajar, otra forma de vivir”, donde reflexiona sobre el impacto de la tecnología en el mundo laboral, cuestiona el modo en el que trabajamos y ofrece nuevas formas de entender las relaciones laborales. Entrevista con Albert Cañigueral, que defiende que los soñadores pueden reinventar el sistema con sus ideas.
¿En qué momento de tu carrera confluyeron las nuevas tecnologías, la economía de plataformas y las reflexiones sobre el mundo laboral?
Todo empezó en 2011, cuando fundé el blog Consumo Colaborativo para hablar de la actualidad de las start-ups y de los servicios de consumo colaborativo. Fue pionero en explorar las primeras plataformas digitales cuando Airbnb empezaba, cuando Uber y Wallapop no existían y Verkami solo tenía un par de años.
Más tarde, en la edición del 2017 del Ouishare Fest, un evento que organiza el colectivo Ouishare donde trabajo, me tocó liderar un debate titulado “Tu jefe será un algoritmo. Los impactos sociales de la plataformización del trabajo”. Vinieron abogados laboralistas, directores de plataformas, los primeros riders que salieron en la prensa, gente de organizaciones de consumo y representantes del Gobierno. Entonces me di cuenta de la complejidad del aspecto laboral y me interesé por el tema.
¿Qué has aprendido desde entonces? ¿A qué conclusiones has llegado sobre la creciente importancia que concedemos a la tecnología?
Hemos aprendido que no tenemos que aceptar el determinismo tecnológico como algo que nos viene dado, sino que debemos tener una visión crítica. El gran reto de las innovaciones es que llegan muy rápido y esta velocidad disminuye nuestra capacidad de reflexionar sobre sus impactos. No tenemos que ser como los amish, que tardan 40 años en aceptar cualquier tecnología, pero tampoco tenemos que abrazar cualquier cosa sin hacernos preguntas.
También hemos aprendido otra manera de trabajar. Ouishare no tiene empleados, es una asociación paraguas en la que todos los que trabajamos lo hacemos bajo esta marca. Somos autónomos y ofrecemos servicios de consultoría y formación bajo esta marca.
“No tenemos que ser como los ‘amish’, que tardan 40 años en aceptar cualquier tecnología, pero tampoco tenemos que abrazar cualquier cosa sin hacernos preguntas”
¿Y dirías que la sociedad tiene esa visión crítica sobre la tecnología?
La narrativa habitual durante años ha sido que toda innovación era buena per se. La gente ha empezado a hacerse preguntas gracias a la regulación de los monopolios en Estados Unidos y a documentales como El dilema de las redes sociales. El filósofo francés Paul Virilio hablaba del concepto de “accidente original” porque cualquier tecnología, por buena que nos parezca, lleva implícito su propio “accidente”. Por ejemplo, al inventar el barco estás inventando el hundimiento. Por este motivo, cualquier avance debe ir acompañado de una regularización que minimice los incidentes ligados a esa nueva tecnología.
¿Qué pasaría si empezáramos a actuar en el ámbito de las tecnologías vinculadas al trabajo con la lógica del desarrollo de las vacunas (con fases de muestreo y de test antes de su implantación y distribución, nota de la redacción)? Estamos desplegando innovaciones a gran velocidad sin tener claro el impacto que tendrán.
En tu libro afirmas que estamos inmersos en un cambio de paradigma laboral. ¿Qué implicaciones sociales y económicas tiene pasar de un modelo productivo “de fábrica” a un modelo fragmentado?
He sido asalariado y ahora trabajo como autónomo. Por tanto, yo mismo he dado este paso hacia la fragmentación. Lo que está claro es que el modelo fragmentado es insostenible si hay una inestabilidad de ingresos y una mayor dificultad para acceder al sistema de protección social. Hoy todo está diseñado para la manera tradicional de trabajar y los nuevos modelos parten con desventaja. La fragmentación debe reconstruirse para darle continuidad. En mi caso, un colectivo como Ouishare me ofrece un paraguas de pertenencia. La estabilidad también pasa por mutualizar las finanzas y la gestoría de autónomos.
“Hoy todo está diseñado para la manera tradicional de trabajar y los nuevos modelos parten con desventaja”
Una de las cuestiones que planteas en el libro es si el trabajo asalariado es el mejor invento de la humanidad. ¿Existen alternativas reales a este sistema de intercambio?
La manera moderna de trabajar es un “accidente” histórico de hace un siglo, más o menos. Espero que el modelo asalariado no sea la última manera que veamos de relacionarnos laboralmente. Creo que podemos encontrar un equilibrio para no perder todo lo que hemos ganado con el paquete del contrato asalariado, porque es el resultado de muchas décadas de luchas.
Pero debemos ser valientes y decir: “Nadie ha demostrado que la manera más eficiente de trabajar sea ir ocho horas al día al mismo sitio y con la misma gente”. ¿Qué pasa si por la mañana soy cocinero y por la tarde periodista? El modelo fragmentado podría estar bien y, seguramente, disfrutaremos más que en una fábrica.
En el libro citas a Tom Malone, profesor del MIT: “Mi padre tuvo un solo trabajo toda su vida, yo tendré siete trabajos diferentes a lo largo de mi vida, y mis hijos van a tener siete trabajos a la vez”. ¿Es esto un avance o un retroceso?
Hemos aceptado que la mayor parte de nuestros ingresos dependen del salario que proviene de un único empleador. Eso nos hace poco resilientes porque si esa fuente se corta, nos quedamos a cero. Es mejor tener cuatro ingresos de 500 euros que uno de 2.000 euros, porque si un trabajo te falla tienes margen para recuperarlo. Los autónomos son un buen ejemplo, porque deben diversificar su cartera de clientes y buscar una cierta continuidad. Puedes tener trabajos o colaboraciones de larga duración que te den una base y, encima de eso, ir poniendo otras cosas dependiendo de tus habilidades o intereses. Debe de haber una estrategia y tanto el derecho laboral como las protecciones sociales deben actualizarse para responder a esta realidad.
“Es mejor tener cuatro ingresos de 500 euros que uno de 2.000 euros, porque si un trabajo te falla tienes margen para recuperarlo”
Parece que la crisis del coronavirus ha acelerado algunos procesos de cambio que ya estaban en marcha en el ámbito laboral, como el teletrabajo. ¿Qué otras novedades veremos?
Las empresas ya están contratando a personas que nunca han pisado sus oficinas. Además, el teletrabajo ha flexibilizado los horarios y se empieza a trabajar por objetivos. Son pequeñas píldoras que van sumando para llegar a un entorno donde las empresas puedan tener una fuerza laboral híbrida. Esto significa tener empleados en un modelo laboral más tradicional y a largo plazo, incluso con presencia en la oficina, y un volumen creciente de personas que se conectará a la empresa por proyectos y pasará muy pocas veces por la oficina. Por no decir nunca. Esto facilitará que puedan contar con profesionales que no viven en códigos postales próximos.
La economía colaborativa y la economía circular ganan protagonismo. ¿Qué papel juegan las plataformas y las comunidades locales en este nuevo panorama?
Seguimos pensando que las plataformas digitales siempre tienen que operar a gran escala porque la mayoría de casos que aparecen en los medios son plataformas que funcionan a nivel global. Pero lo bueno es que también son eficientes a pequeña escala. Creo que nos reapropiaremos de algunas partes esenciales de nuestra vida que hemos delegado a corporaciones o plataformas e iremos descubriendo que lo pequeño es hermoso, porque las cosas a gran escala pierden humanidad. En el ámbito laboral existen plataformas cooperativas que intentan tomar los valores de las cooperativas tradicionales, pero con la eficiencia del mundo digital.
Uno de los temas más recurrentes en el mundo laboral actual es la adaptabilidad para hacer frente a los nuevos retos. ¿Qué tipo de formación ayudará al nuevo perfil de profesionales?
El Covid ha sido como un máster en adaptabilidad. Hemos aprendido que podemos adaptarnos mejor de lo que anticipábamos, aunque haya sido por causa de fuerza mayor. Yo sugiero a la gente que aprenda a aprender y también que aprenda a desaprender. Porque, muchas veces, las grandes verdades nos dificultan poder adaptarnos e interpretar la realidad. Poner en duda todo aquello que creemos inamovible es una habilidad interesante. A la velocidad de cambio que vivimos, debemos seguir aprendiendo constantemente. Incluso las empresas deberían diseñarse para ser centros de aprendizaje.
“Poner en duda todo aquello que creemos inamovible es una habilidad interesante. A la velocidad de cambio que vivimos, debemos seguir aprendiendo constantemente”
Cada época ha tenido sus grandes avances tecnológicos. Si la historia funciona en base a ciclos, ¿cómo imaginas el futuro inmediato?
Hay muchos futuros posibles. Lo que podemos hacer es tomar decisiones ahora para que ocurra un tipo u otro de futuro. En el libro planteo siete utopías. La primera es un nuevo lenguaje para construir los futuros de los trabajos. La segunda es aceptar y disfrutar la diversidad. La tercera es que los futuros son colectivos de personas y de empresas. La cuarta es buen trabajo y buenas empresas. La quinta son los derechos garantizados por ser, no por hacer. La sexta es tener una tecnología ética para un mundo mejor. Y la séptima es un trabajo bajo en carbono para hacer una sociedad más sostenible en términos medioambientales.
¿Siguen teniendo margen de maniobra los soñadores?
Es importante seguir creando imaginarios personales y colectivos sobre adónde podríamos llegar. Por ejemplo, es necesario que haya gente que defienda que nuestros ingresos no deben depender de nuestra capacidad productiva. Esto hará que nos replanteemos el trabajo remunerado, el trabajo no remunerado y los sistemas impositivos. Creo que una parte de la sociedad seguramente sería más feliz sin tener que hacer un trabajo remunerado porque tiene otros intereses. Es una vía posible. En momentos de crisis, de cambio y de catarsis, es importante ser utópicos.
Fotos de WTTJ
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