'Clickworkers': ¿los esclavos de la era moderna?

12 abr 2019

7 min

'Clickworkers': ¿los esclavos de la era moderna?

Limpiar las bases de datos, moderar el contenido de Facebook, evaluar aplicaciones en línea, hacer clic en enlaces, clasificar palabras clave, asociar un texto a una imagen… Esta es la realidad cotidiana de los nuevos trabajadores conocidos como “clickworkers” o “trabajadores del clic”. Estamos hablando de varios millones de personas a quienes las grandes empresas de Internet pagan una miseria por realizar tareas simples, pero a menudo desagradecidas, laboriosas y repetitivas delante del ordenador. Nos adentramos en el día a día de los clickworkers.

La revolución digital

La era de las plataformas

La tecnología digital ha sacudido el mundo laboral. Se habla a menudo de la “uberización” de la economía para describir el surgimiento de nuevos actores que aparecen en el mercado, revierten los códigos y “roban” partes de dicho mercado a los actores de siempre. Esta uberización de la economía no solo ha revolucionado la forma de consumir, sino también la de trabajar. Tal y como demuestran los GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple, ndlr) y otros como Uber, Alibaba, Netflix o Airbnb, esta suele ir acompañada de una “plataformización” de la economía. En el negocio creciente de las plataformas se puede observar una nueva distribución del trabajo: por un lado, observamos a expertos en tecnología (ingenieros y desarrolladores cualificados) capaces de diseñar una plataforma y algoritmos para las firmas de Silicon Valley y, por otro, a un ejército de manos al servicio de los gigantes de Internet. Este ejército de trabajadores autónomos y subcontratistas pagados por tarea, y no cada mes, constituye la gig economy o “economía de los pequeños encargos”.

El surgimiento del digital labour

Para mantener el crecimiento de los gigantes de Internet, han surgido múltiples plataformas de microtareas, como Clickworker, CrowdFlower o incluso Amazon Mechanical Turk, que emplea a millones de turkers o trabajadores del clic.

Son estos quienes han dado vida a una nueva categoría de trabajadores: el digital labour o mano de obra digital. Cada día, decenas de millones de trabajadores se dedican a dar “me gusta”, comentar, clasificar, ordenar y anotar los datos de las plataformas digitales. Esta forma de trabajo no conoce fronteras: seduce tanto a estudiantes ansiosos por ganar un dinero extra como a numerosos trabajadores realmente precarios basados en Estados Unidos, India, Rusia o Pakistán.

El perímetro microscópico de los clickworkers

Las tareas de la “inteligencia humana”

Estos trabajadores digitales operan en la sombra para transcribir reuniones, traducir descripciones de productos, identificar objetos, caras o emociones, y alimentar así a los algoritmos. Ellos dan forma a la web y venden, a precio de ganga, su “inteligencia humana”: la capacidad de identificar, reconocer, evaluar o juzgar cosas que la IA aún no es capaz de hacer.

El microtasking: ¿el nuevo paradigma de la era moderna?

Estos trabajadores invisibles de la web, también llamados crowdworkers, trabajan para plataformas de “microtareas”. El servicio que prestan consiste en realizar en un tiempo muy breve un máximo de operaciones. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha recopilado una lista de tareas diversas, pero a menudo desagradecidas y repetitivas: “identificación, transcripción y anotación de imágenes, moderación de contenido, recopilación y gestión de datos, transcripción de audio y vídeo o traducción”. Esta organización científica del trabajo, dividida y fragmentada en pequeñas tareas fáciles de llevar a cabo con el fin de aumentar la productividad, no puede sino recordarnos al taylorismo, el trabajo en cadena y la industrialización de la producción que denunciaba Charlie Chaplin en Tiempos modernos.

¿Esclavos del clic?

Una comunidad precaria

La plataformización del trabajo pone en jaque las condiciones laborales de estos clickworkers, cada día más numerosos. Un estudio reciente de la ONU, que analiza los resultados de dos encuestas llevadas a cabo en 75 países, pone de manifiesto la difícil situación actual y el estado precario de estos trabajadores en la sombra, empleados sin contrato ni garantías sociales, que se ven obligados a adoptar el estatus de trabajador autónomo. Sus empleadores no se comprometen bajo ningún concepto a pagar las bajas por enfermedad, las vacaciones o el material necesario (ordenador, acceso a red wifi), y tampoco garantizan ni la protección social ni el salario mínimo.

Estos encargos por tarea, difíciles de cuantificar y de regular, no están sometidos a ningún control por el momento. Los clickworkers trabajan casi siempre desde casa, frente al ordenador, a horas intempestivas (del total de 3.500 encuestados, el 43% trabajan de noche, el 68% de ellos entre las 8 y las 10 de la noche, debido a que ya realizan otra actividad profesional) y están dispuestos a todo para ganar unos ingresos suplementarios o conseguir un medio de subsistencia. Para estos trabajadores ocultos y anonimizados no existe ni protección ni una legislación laboral exclusiva.

Remuneración escueta

Los clickworkers reciben pagos por tarea y ganan, en su mayoría, menos del salario mínimo establecido en el país en el que residen y trabajan. Las ganancias suponen una media de 3,31 dólares la hora, que asciende hasta los 4,43 dólares en el caso de los más afortunados. Los encargos raramente ofrecen una remuneración por el tiempo dedicado a conectarse a las plataformas, a leer y comprender los enunciados o a contabilizar las ganancias, pero, pese a estas condiciones de trabajo poco envidiables, las plataformas ganan cada vez más importancia y el 88% de los clickworkers declaran que prefieren trabajar más para aumentar su salario.

Presión psicológica y estrés postraumático

Las modalidades de trabajo de los clickworkers son como mínimo inquietantes. Estos trabajadores del clic están, en muchos casos, encadenados a su ordenador, al acecho de nuevas ofertas en las plataformas de relación con los proveedores. Muchos de ellos llegan al extremo de crear alertas en plena noche para maximizar las posibilidades de conseguir un encargo, a pesar de no saber nunca si se les pagará por él, ya que las tareas no terminadas a tiempo vuelven a introducirse en el mercado.

Además de la disponibilidad y la reactividad extremas que se exigen para obtener un encargo, los trabajadores se ven expuestos regularmente a contenido violento o traumático, como imágenes de pornografía infantil o contenido violento o manipulador, con el objetivo de filtrar aquel que no respete las reglas de las plataformas (vídeos de YouTube, contenido diverso…). Algunos trabajadores experimentan un sufrimiento a nivel psicológico y pueden padecer cierto tipo de estrés postraumático. A la hora de realizar las llamadas tareas de “inteligencia humana”, estos crowdworkers se enfrentan a unas condiciones de trabajo que pueden ser, en ocasiones, inhumanas.

Además, el microtrabajo irregular corre el riesgo de vivirse como una nueva forma de alienación frente a la máquina.

La tiranía de la evaluación

Esta economía de plataforma se rige por la evaluación. Tal y como indica un artículo de Usbek & Rica, un medio de comunicación francés que explora el futuro de la sociedad actual, “tras la realización de cada tarea, el autónomo es evaluado por la empresa para la que ha sido proveedor: la reputación se convierte así en un instrumento de presión”. En la plataforma de Amazon, los turkers consiguen títulos en función de su porcentaje de satisfacción, y los de “nivel Maestro” tienen acceso a un mayor número de ofertas y mejor remuneradas.

La doble cara del microtrabajo

Flexibilidad

A pesar de que las condiciones de trabajo de estas plataformas aún estén mal reguladas, el microtrabajo consigue cada día nuevos adeptos. Por lo general, para responder a una oferta solo hace falta disponer de un ordenador y de acceso a Internet. Cada uno puede trabajar donde, cuando y en lo que quiera, ya que la variedad de tareas ofrecidas por las plataformas cada día es muy amplia. Esta flexibilidad choca con el modelo clásico de trabajo y constituye una ventaja considerable para miles de trabajadores con más de una actividad profesional o que no pueden desplazarse a una ciudad o al lugar de trabajo con facilidad.

Oportunidad para trabajadores precarios y poblaciones marginadas

Teniendo en cuenta que uno de cada dos trabajadores en el mundo trabaja por cuenta propia (según el informe publicado en mayo de 2015 por la OIT), el microtrabajo podría representar una verdadera oportunidad para las economías poco desarrolladas o los países que atraviesan dificultades. Este negocio de plataformas no requiere de mano de obra cualificada. Así, el microtrabajo permite recurrir a trabajadores precarios y sin títulos y a perfiles radicalmente diferentes que, de no contar con estos encargos, estarían muy lejos de conseguir un empleo. El microtasking supone, por tanto, una cuestión de supervivencia o de emancipación para algunos. Puede constituir un instrumento de reinserción para las personas en situación de precariedad extrema, como los refugiados o las madres solteras.

Es en este movimiento social en el que centra su acción Samasource: esta organización sin ánimo de lucro forma a poblaciones marginadas de todos los países en el uso de ordenadores y en el tratamiento de datos. Estos trabajadores digitales también puede realizar encargos para grandes empresas y recuperar así un empleo.

¿El auge de una nueva clase obrera?

Muchos observan con inquietud la expansión del microtrabajo y la relacionan con una nueva forma de explotación. El investigador Christian Fuchs, de la Universidad de Westminster, Londres, denuncia incluso una “explotación obrera”. En su opinión, este sistema enfrenta a los nuevos capitalistas (los gigantes de Internet y las plataformas de microtasking) contra “una reserva de obreros conectados a través de la participación masiva”. Las posibles desviaciones del microtrabajo, la alienación frente a la máquina (el ordenador, el algoritmo) y la dependencia ante los líderes de la red requieren, en su opinión, la concepción lo antes posible de una política de regulación y de protección social para estos nuevos trabajadores.

Proteger a los trabajadores del mañana

¿Rumbo a una legislación laboral digital?

A día de hoy, el digital labour opera en las sombras y sin un código de conducta. Este trabajo por tareas, muy fragmentado, heterogéneo y a menudo mal pagado escapa por completo a las restricciones legales, fiscales y morales del derecho laboral. Y no sin motivo: una regulación a nivel mundial resulta muy compleja de llevar a cabo. Los gobiernos, los sindicatos y los actores en derecho laboral se ven superados por el fenómeno y a duras penas son capaces de legislar a gran escala.

Regreso a las bases del derecho laboral

La investigadora Tiziana Terranova hace un llamamiento a los operadores de plataformas de microtrabajo para que actúen contra las condiciones de trabajo perjudiciales a través de “huelgas digitales” (rechazar en masa los encargos para bloquear los sitios web de microtrabajo que no respeten a sus trabajadores). La Organización Internacional del Trabajo, por su parte, aboga por volver a las bases del derecho laboral “aplicando el salario mínimo en vigor en el país” o permitiendo “una representación sindical”. También exige a las empresas que cubran el tiempo de trabajo perdido “en caso de problemas técnicos” y que garanticen a los trabajadores “la posibilidad de rechazar tareas”.

Los gigantes de Internet aún necesitan la inteligencia humana para entrenar a sus algoritmos, y recurren con frecuencia a los clickworkers o crowdworkers para hacer que la compleja maquinaria de sus plataformas digitales siga funcionando. La realidad laboral de todos estos millones de trabajadores es difícil de resumir: a pesar de suponer un instrumento de emancipación o una oportunidad real para algunos, puede representar una forma de alienación o incluso de labor degradante para otros. Esta nueva forma de trabajar cuestiona profundamente el derecho laboral y la posibilidad de una regulación a escala mundial.

¿Cuál es el desafío político y social del microtrabajo? Proteger a millones de seres humanos ocultos tras las máquinas.

Traducido por Rocio Perez

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