'Workism': identificarnos con nuestro trabajo en tiempos de pandemia
01 mar 2021
7 min
Multilingual journalist
Hay gente que busca el sentido de la vida en el trabajo, dedicándose por completo a su oficio con un celo casi religioso. Existe un término en inglés para este fenómeno: “workism”. Pero la pandemia actual ha trastocado el mercado laboral y, con ello, nuestra opinión sobre el trabajo y el lugar que este debe ocupar en nuestras vidas. Hemos hablado con sociólogos y otros profesionales sobre la dedicación al trabajo.
En 2018, después de más de dos años dedicados por completo al desarrollo de su startup, Carl Martin decidió que había llegado el momento de poner punto final a su aventura. Su empresa de tarjetas de visita digitales entró en quiebra y la experiencia le había dejado exhausto. Martin, que se describe a sí mismo como una persona con una “mentalidad muy ambiciosa y de alto rendimiento”, trató de imaginar su próxima etapa en la vida y se dio cuenta de que todas las respuestas que se le ocurrían estaban ligadas invariablemente a su carrera profesional. Eso le molestó. “Pensé: pero bueno, ¿cómo es posible que mi vida esté tan enfocada en el trabajo?”.
El workism: convertir el trabajo en religión
Unos meses más tarde, a principios de 2019, el periodista estadounidense Derek Thompson plasmaba este fenómeno en su artículo Workism Is Making Americans Miserable (“El workism está volviendo a los americanos desgraciados”). Este fenómeno, que no se debe confundir con el workaholism o adicción al trabajo, era definido por Thompson como “la creencia de que el trabajo no solo es necesario para la producción económica, sino que es también la pieza central de la propia identidad y propósito en la vida”, así como “la creencia de que cualquier política para promover el bienestar siempre debe alentar más trabajo”.
El artículo no solo acuñó un nuevo término, sino que se hizo eco entre millones de trabajadores que en la época actual se sienten frustrados, ansiosos e incluso deprimidos, debido a la presión social de encontrar un trabajo que les guste y esperar que este les recompense no solo con un sueldo, sino también con un sentido de comunidad, de finalidad y de trascendencia.
Desde la Revolución Industrial, las horas de trabajo han ido reduciéndose gracias a los avances tecnológicos y al aumento de la productividad. En España, en los últimos 90 años, los trabajadores han visto una reducción del 37% en el número total de horas trabajadas y, sin embargo, a día de hoy sigue siendo el trabajo, y no el ocio, lo que domina nuestras vidas. Según los datos del INE, en 2019 la semana laboral media en España fue de 39,3 horas, así que parece que aún nos queda mucho para llegar a la semana laboral de 15 horas que el economista John Maynard Keynes predijo para el siglo XXI en su ensayo de 1930 Las posibilidades económicas de nuestros nietos.
La búsqueda de sentido en nuestro trabajo
El sociólogo estadounidense Jamie K McCallum, autor de Worked Over: How Round-the-Clock Work Is Killing the American Dream (“Fatiga laboral: cómo el trabajo sin descanso está destruyendo el sueño americano”), ve el “workism” no tanto como una elección, sino más bien como una reacción ante los fenómenos sociopolíticos. McCallum sostiene que uno de los resultados de dichos cambios es el discurso popular sobre el trabajo con sentido. “En parte también es el resultado de una transformación ideológica que nos ha enseñado que, para trabajar bien, tenemos que amar lo que hacemos”, afirma.
Y si bien puede parecer que el fenómeno del “workism” es intrínsecamente estadounidense, el cambio hacia una ética del trabajo con significado es un movimiento global. Varios estudios, como la encuesta realizada por Deloitte en 2020, revelan que a los jóvenes nacidos entre 1986 y 1996, la generación con la mayor tasa de subempleo y los ingresos más bajos, no solo les interesa ganar un buen sueldo, sino que buscan un trabajo que para ellos tenga un significado. Otra reciente encuesta llevada a cabo por Manpower entre 19.000 jóvenes que trabajan en 25 países diferentes, confirma que para la mayoría es una prioridad que el empleo tenga un sentido.
El desequilibrio entre workism, crisis y desempleo
¿Es posible entonces encontrar nuestro propósito en la vida con el típico trabajo de oficina? La respuesta de Charlotte Cramer, antigua experta en estrategias de marca, es muy clara: no, no es posible. Su libro The Purpose Myth: change the world, not your job (“El mito del propósito: cambia el mundo, no tu trabajo”) es el resultado de su propia decepción tras haber trabajado en el sector de la publicidad. Según Cramer, hay que empezar a tener conversaciones de verdad sobre el papel que debería tener el trabajo en nuestra vida. “La razón por la que creo que esto importante es porque, si nuestra identidad está ligada a nuestro trabajo, ¿qué ocurre cuando 40 millones de personas pierden su empleo?”, reflexiona la autora.
La pandemia ha planteado cuestiones muy pertinentes sobre la importancia del trabajo en términos de identidad propia. A algunos el trabajo les ha ayudado a permanecer anclados a la realidad y a su propia identidad en una época de caos, mientras que a otros la situación les ha permitido darse cuenta de que su trabajo resultaba agotador y carente de sentido.
La relación entre el workism y trabajar demasiado
Cramer reconoce que sumergirse en el trabajo durante la pandemia puede resultar eficaz como medio de distracción, pero también es probable que afecte a nuestra salud mental. “En cierto modo, es un recurso adaptativo porque puede ayudarnos a superar momentos difíciles, pero por otro lado tiene efectos catastróficos debido al burnout, ya que la línea divisoria entre la vida personal y la profesional desaparece. Creo que habrá personas que, ahora o dentro de seis meses, de repente un día se despertarán y se sentirán agotadas, como si hubieran perdido por completo su identidad”, afirma Cramer.
Además, con la llegada de la pandemia, la prolongación de la jornada laboral se ha convertido en una realidad: según revela la Guía del Mercado Laboral 2020 publicada por Hays, un 54 % de los españoles afirma que la pandemia ha provocado el alargamiento de su jornada laboral media y un 58 % lo atribuye al teletrabajo.
Marc Loriol, profesor de sociología en la Sorbona de París, ha llevado a cabo estudios sobre el compromiso excesivo con el trabajo y sus riesgos. En su opinión, el distanciamiento físico del lugar de trabajo puede hacer que los empleados trabajen más. “Cuando trabajamos desde casa, lejos de nuestros compañeros y jefes, a menudo tenemos la sensación de que nadie ve nuestro trabajo y que, por lo tanto, este no será lo suficientemente reconocido y recompensado. Es por eso que nos vemos tentados a trabajar más, para demostrar que trabajar en pijama desde casa no quiere decir que no estemos haciendo nada”, explica. “Pero eso no es todo, ya que cuando estamos muy comprometidos con nuestro trabajo, necesitamos sentir que nuestros compañeros y supervisores nos observan y nos apoyan, para que ese compromiso fuerte tenga algún sentido. Y esto cuando trabajas desde casa resulta muy complicado”, añade.
Carl Martin, que tras quebrar su empresa decidió dejar atrás su identidad tan enfocada en el trabajo, recientemente empezó a trabajar como coach en rendimiento y desarrollo. Sin embargo, a pesar de haber cambiado de profesión durante la pandemia, no tardó en darse cuenta de que había vuelto a su antigua actitud centrada en el trabajo, dedicándose en cuerpo y alma a su profesión y dejando de lado otros aspectos de su vida. “Es una batalla constante. La pandemia no ha sido de mucha ayuda a la hora de desarrollar una identidad más amplia y, en el caos actual, ni siquiera estamos seguros de lo que eso significa”, comenta.
La vida después de la pandemia: ¿menos trabajo, más ocio?
Sin embargo, la pandemia también ha puesto de relieve el tiempo de ocio y ha planteado la necesidad de llevar una vida menos dedicada al trabajo. Según Brendan Burchell, catedrático de ciencias sociales de la Universidad de Cambridge, de momento no es posible saber con seguridad si la pandemia tendrá un impacto duradero en las actitudes laborales. “Muchas personas temporalmente suspendidas de sus empleos decidieron aprender a tocar un instrumento o a hacer manualidades, y se dieron cuenta de lo mucho que les gustaba. Sintieron una satisfacción que no habían sentido previamente en sus trabajos. Muchos ahora aseguran que nunca más volverían a trabajar a tiempo completo”, afirma Burchell. Pero lo cierto es que el impacto del Covid-19 en la vida laboral ha supuesto “cambios totalmente opuestos según la persona”, en función de las circunstancias de cada uno.
Las investigaciones de Burchell sobre “la dosis laboral”, es decir, la cantidad recomendada de trabajo remunerado que necesitamos para un bienestar óptimo, demuestran que el trabajo es bueno para la salud mental. Sin embargo, no nos hace falta trabajar demasiado para obtener dichos beneficios. “De hecho, se obtiene el mismo beneficio trabajando un día a la semana que cinco días a la semana. Sin embargo, en el momento en que esto se reduce hasta el punto de dejar de trabajar por completo, los niveles de ansiedad, depresión y tristeza aumentan considerablemente”, afirma.
En concreto, Burchell está muy interesado en el debate sobre la era del “post-empleo”, que imagina una sociedad libre de trabajo, es decir, todo lo contrario a la mentalidad de “trabajar en lo que te gusta”. En realidad, lo que él considera posible es un mundo “en el que el empleo ocupe una parte mucho menor en nuestras vidas y todo aquello que nos gustaría poder hacer ocupe una parte mucho mayor”.
Aún no está claro si la pandemia impulsará la aparición de una nueva generación de personas totalmente dedicadas al trabajo o si, por el contrario, servirá de punto de inflexión para repensar lo que esperamos de nuestra vida profesional. La conclusión de Martin tras su reconversión es la siguiente: “Si hay algo de lo que tenemos que ser muy conscientes es que querer trabajar con tanta dedicación es un privilegio. Teniendo esto en cuenta, mi objetivo es hacer un uso consciente y reflexivo del trabajo. Trabajamos para estar ocupados, para ganar dinero, para pertenecer a una comunidad, para vivir con un propósito y para evolucionar. Creo que, como sociedad, debemos hacer más para equiparnos con las herramientas que nos permitan tener un enfoque más holístico de la vida”.
Traducido por Rocío Pérez
Foto de WTTJ
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