Nuevos horizontes: los jóvenes gitanos toman el relevo en el mercado laboral
18 may 2021
6 min
Periodista
Para los jóvenes, acceder al mercado laboral nunca es sencillo, pero si a eso le sumamos el ser gitano, la cosa se complica y mucho. Aunque, según afirman ellos mismos, este colectivo ya no sufre de forma tan generalizada discriminaciones por motivo de raza, muchos de los estereotipos del pasado siguen vivos. De hecho, un 39% afirman que en el último año se han sentido discriminados o juzgados a causa de su origen, una cifra que alcanza el 53% cuando se trata de entrevistas de trabajo. Hablamos con Saúl y Nazaret, dos jóvenes gitanos que han conseguido estudiar e integrarse en un mercado laboral que no se lo pone nada fácil.
“Secularmente la población gitana ha sufrido una desigualdad muy evidente respecto al empleo”, asegura Juan Reyes, director territorial para Andalucía de la Fundación Secretariado Gitano, una organización fundada en 1982 con la misión de ayudar a mejorar la calidad de vida de la comunidad gitana y también de personas con un perfil de vulnerabilidad similar, y que opera en el ámbito de la salud, la educación, la vivienda y el empleo. “La base de todo es la educación, y el nivel educativo de la comunidad gitana está todavía muy por debajo del de la población general, lo que condiciona el futuro de los jóvenes en el mercado laboral”, afirma.
Los números hablan por sí solos: según un informe publicado en 2019 por la Fundación Secretariado Gitano, solo el 17% de las personas gitanas han tenido ocasión de completar la ESO frente al 80% de la población general. La situación es todavía peor en el caso de las mujeres, solo un 15,5%, frente al 95% de la población general. Existen datos muy preocupantes como que a día de hoy todavía un 14% de las mujeres gitanas son analfabetas.
Estos problemas en el ámbito educativo, unidos a la discriminación por motivos raciales, provocan una tasa de paro en el colectivo de un 52%, que supera en más de tres veces la ya dramática cifra del 14% de España en su conjunto.
La educación es la clave
Para llamar la atención sobre estas cuestiones, la Fundación ha lanzado la campaña #PanParaMañana, que reivindica un nuevo impulso de las políticas activas de empleo como el instrumento más eficaz frente a la pobreza y la desigualdad a la que se enfrenta la juventud gitana.
Precisamente, la Fundación lleva trabajando en este objetivo desde hace mucho tiempo. “Hace veinte años que creamos el programa Acceder, que promueve la incorporación de la población gitana al mercado laboral como paso necesario para la inclusión social”. El programa ha ayudado a lo largo de su historia a más de 90.000 personas, según cuenta Juan. “Tenemos suficiente experiencia como para poder afirmar que los jóvenes gitanos desean incorporarse al mercado laboral y ser ciudadanos de pleno derecho, pero para ello son necesarias políticas activas de empleo, basadas en itinerarios individualizados que les permitan conseguir trabajos de mayor calidad y proyectar su vida en un escenario temporal más amplio, para huir de la cronificación de los subsidios públicos”.
Saúl Jiménez tiene 27 años y nació en Santander. Actualmente trabaja como técnico en el Departamento de Empleo de la Fundación, pero él mismo también es producto del trabajo de la entidad. “Viví en Santander hasta los 18 años. Cuando acabé la secundaria, un orientador me animó a realizar estudios superiores”, nos cuenta desde Madrid. “No lo tenía muy claro, pensaba que quizá ese mundo no era para mí, pero tras conocer al grupo de jóvenes universitarios gitanos me animé a intentarlo y estudié Filología Hispánica en Salamanca”. Saúl es todo un ejemplo para muchos jóvenes gitanos que actualmente sueñan con ir a la universidad, pero no se conformó solo con eso. “Volví a Santander y los orientadores laborales me ayudaron a encontrar trabajo. Durante un año ahorré lo suficiente como para plantearme cursar un máster de profesorado, y eso hice. Cuando terminé, recuperé el contacto con la Fundación y me dieron la oportunidad de incorporarme a su plantilla. De eso hace ya tres años”.
“No lo tenía muy claro, pensaba que quizá ese mundo no era para mí, pero tras conocer al grupo de jóvenes universitarios gitanos me animé a intentarlo” - Saúl
Otro caso paradigmático es el de Nazaret Borja, madrileña que, con solo 22 años, hace ya dos que trabaja como programadora en la consultora Accenture, también gracias a los programas de la Fundación Secretariado Gitano. “Mis padres participaban en el programa Acceder cuando eran más jovencitos. A mi hermano pequeño y a mí nos llevaban a un programa de formación de la Fundación que se llamaba Promociona, donde nos ayudaban con el cole, a hacer los deberes o a preparar exámenes”, nos cuenta. Su experiencia es todo un caso de éxito: “Cuando me gradué en el instituto, me ofrecieron hacer un grado medio, pero yo por aquél entonces quería trabajar de dependienta, maquilladora, peluquera o algo así, y la verdad es que estuve dos años haciendo el tonto”, confiesa Nazaret. “Pasé por varios cursos y formaciones hasta que a los 18 años me apunté a un curso de programación en Javascript. Me enseñaron desde cero y descubrí que se me daba bien y me gustaba mucho. Después de la formación, que duró unos cinco meses, hice las prácticas en Accenture. Fue un mesecito nada más, muy corto, pero se fijaron en mí y quisieron seguir formándome dentro la empresa. Terminé el programa de formación con buena nota y me ofrecieron un contrato fijo”.
Sacudirse el estigma desde la escuela
Los casos de Saúl y Nazaret hasta hace poco eran excepcionales. Pero, según Saúl, hay motivos para la esperanza: “Creo que las nuevas generaciones sí que están haciendo más esfuerzo y cada vez hay más jóvenes estudiando. Hace unos años era impensable tener programas de estudios postobligatorios porque no teníamos participantes suficientes. Ahora tenemos muchos chicos y chicas que acaban la ESO y quieren hacer un bachillerato, una FP o incluso ir a la universidad. Tenemos un grupo suficientemente numeroso como para arrancar programas de este tipo a nivel estatal. Pero para que esto siga así las ayudas del Ministerio de Educación en forma de becas son imprescindibles”.
“Hace unos años era impensable tener programas de estudios postobligatorios porque no teníamos participantes suficientes” - Saúl
Y si bien ha quedado claro que una de las palabras clave es formación, la otra es, sin duda, integración, una asignatura pendiente en muchos ámbitos de la sociedad, pero que es especialmente clave en el colegio.
Tanto Nazaret como Saúl se quejan de que, en ocasiones, el sistema educativo parece optar por segregar a los gitanos o exigirles un nivel de esfuerzo menor que al resto de sus compañeros. “Desde pequeñitos la forma en la que nos tratan en la escuela hace que tendamos a fracasar”, afirma Nazaret. “Yo, por ejemplo, he estado en cuatro colegios y en los tres primeros no me hicieron ningún caso. En plan, ‘siéntate atrás y no molestes’. Recuerdo que, por ejemplo, si no hacía los deberes no me regañaban ni me lo tenían en cuenta. Por suerte, en el último sí que me trataron como a un alumno más”.
“He estado en cuatro colegios y en los tres primeros no me hicieron ningún caso. En plan, ‘siéntate atrás y no molestes’. Recuerdo que, por ejemplo, si no hacía los deberes no me regañaban ni me lo tenían en cuenta” - Nazaret
Es difícil escapar de esta segregación, ya que el sistema es poderoso. Así recuerda lo Nazaret: “Cuando mi padre solicitaba la beca para cuatro colegios, solo me la daban para uno segregado. Eran centros en los que solo había gitanos, musulmanes, extranjeros… Creo no nos trataban como era debido”, cuenta. “Tenemos que acabar ya con el hecho de que haya centros donde la tasa de población gitana sea muy superior”, comenta Saúl. “No puede haber aulas en las que el 100% de los chicos sean gitanos, hay que mezclar. Los conflictos provienen de los prejuicios y estos se desmontan cuando las personas conviven”, sentencia.
La larga batalla por la integración
Para Nazaret hay tres aspectos fundamentales a tener en cuenta para mejorar la situación de los jóvenes gitanos en España: “Lo primero es darnos una oportunidad. Eso es lo mínimo, porque si no hay oportunidades no hay nada que hacer. Quizá la gente piensa que yo, por ejemplo, soy una excepción, pero creo que lo que pasa es que los gitanos no tenemos mucha voz en la sociedad y eso hace que la gente desconfíe de nosotros y no nos dé esa oportunidad”.
“Lo segundo es que las empresas tengan más confianza y se quiten también de encima los estereotipos que se asocian tradicionalmente a los gitanos. No solo los empresarios, sino también los trabajadores. Hay gente que ni siquiera se da cuenta y va soltando comentarios que pueden resultar muy ofensivos”, continúa. En su caso, asegura que los compañeros de trabajo la acogieron “como a una más” y que nunca le han hecho ningún comentario relacionado con el hecho de que sea gitana, algo que puede animar a otros jóvenes como ella a perder el miedo a tener que enfrentarse a prejuicios si son contratados.
“Gente tonta la hay por todos los lados”, sentencia Nazaret, pero también anima a otros jóvenes a seguir el camino por el que optaron tanto ella como Saúl y a no dejar que los prejuicios se interpongan en el camino de quienes quieren estudiar e integrarse en el mercado laboral. Por ello, la otra cosa que hace falta, según Nazaret, es que los gitanos no teman dar ese paso adelante, “que pongamos también de nuestra parte, nos formemos y nos preparemos”.
Fotos de Davit Ruiz para WTTJ
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