De vuelta a la oficina tras la aventura de emprender

27 may 2021

5 min

De vuelta a la oficina tras la aventura de emprender
autor
Olga Tamarit

Freelance Content Creator

Emprender no es fácil y tampoco está hecho para todo el mundo. Hay quienes, tras probar suerte como emprendedores, se enfrentan a una realidad que no esperaban: jornadas que se alargan más allá de las ocho horas, cargas económicas inesperadas y tareas que poco tienen que ver con la idea inicial, por no hablar de sacrificios personales como la falta de tiempo libre o la dificultad de conciliar. Estos inconvenientes explican que, en España, tan solo seis personas de cada cien se lancen a la aventura del emprendimiento, según datos de 2019 del Informe GEM. Ante esta realidad, algunos deciden volver a trabajar como asalariados y aparcar el sueño de emprender. Tres trabajadores que han vivido esta situación comparten su experiencia y todo lo que aprendieron por el camino.

¿Por qué emprender?

Laura es arquitecta y abrió hace unos años su propio estudio de diseño e interiorismo junto con su pareja. Para ella, la principal ventaja es la flexibilidad, “desde en qué proyectos te metes hasta con quién colaboras o el tiempo que dedicas a las tareas, que creo que es en parte lo que todos buscamos al emprender”.

Para Pablo, que emprendió con su mejor amigo un negocio de agua embotellada prémium al terminar la universidad, el punto fuerte del emprendimiento consiste en saber que todo el tiempo estás trabajando por algo propio. “Sé que suena a topicazo, pero ser tu propio jefe es la principal ventaja. Eché muchas horas extra, y aunque estaba agotado, también había un punto de emoción, y esa sensación no la tienes cuando trabajas para una empresa que no es tuya”, afirma.

Ambos destacan la importancia de emprender acompañado. “Lo normal es meterse en esto con alguien cercano y de confianza, porque pasas muchas horas en común en las que tomas muchas decisiones y es vital saber a quién tienes sentado a tu lado”, explica Pablo. Coincide con ellos Toni, que se lanzó a la aventura con su padre, su socio durante el tiempo que permaneció abierta la tienda de helados artesanos que ambos regentaban. Él también apunta, como estímulo extra, la satisfacción personal que se obtiene al emprender: “Recuerdo que en esos momentos me sentía fuerte y seguro de mí mismo, emprender te borra la apatía de un plumazo”.

Satisfacción personal. “Para mí es un orgullo pensar que pude dar el salto y atreverme a hacer lo que quería. Recuerdo que en esos momentos me sentía fuerte y seguro de mí mismo: emprender te borra la apatía de un plumazo”.

La otra cara de la moneda

En España se necesita de media un capital inicial en torno a los 5.000 euros para montar un negocio según el portal Emprendedores, y eso sin contar local, personal ni inversiones. “El primer problema que tuvimos fue económico. Teníamos que conseguir un desembolso inicial bastante elevado, teniendo en cuenta que éramos bastante jóvenes y no teníamos apenas ahorros”, cuenta Pablo, que se queja de que las ayudas para los jóvenes emprendedores sean casi inexistentes en nuestro país. Ellos lo solucionaron pidiendo dinero prestado a varios familiares, pero no todo el mundo tiene la suerte de poder contar con este apoyo y muchos acaban solicitando un préstamo bancario, como tuvieron que hacer Toni y su padre.

Y si bien los aspectos financieros pueden convertirse en fuente de estrés y ansiedad, no son los únicos. Una elevada carga de trabajo y largas jornadas laborales suelen ser elementos comunes de casi todo proyecto emprendedor. Los tres entrevistados coinciden en que, para emprender, se ha de estar preparado para “trabajar muchísimas horas”, un sobreesfuerzo puede pasar factura a la larga. “Es importante marcarse horarios, aunque los primeros años es muy complicado poner límites, ya que es cuando el proyecto necesita toda tu energía y tu tiempo”, explica Pablo.

“La mayor desventaja es que cuando emprendes eres tú quien se come todos los marrones, la incertidumbre y los problemas económicos”, afirma Laura. La secunda Toni, que asegura que no encontraba la forma de desconectar: “Mi cabeza siempre estaba rumiando problemas, haciendo cuentas y cavilando. El hecho de que mi padre también estuviera metido en el ajo al final fue casi peor, porque ni en las comidas familiares había manera de pensar en otra cosa que no fuese la heladería”.

Volver al redil de la empresa

Estas y otras dificultades llevan a muchos emprendedores a optar por abandonar el camino del trabajo por cuenta propia y optan por volver al trabajo por cuenta ajena. Entre los principales motivos, suele colarse la búsqueda de estabilidad financiera. “Cuando no sabes cuánto vas a ganar cada mes siempre estás con la incertidumbre de si podrás hacer frente a todas las facturas, incluso las más básicas como la luz, el agua y la electricidad, que además tienes que pagar dos veces (en el local y en tu casa) con los mismos ingresos”, explica Toni.

Laura menciona, además, la búsqueda de estabilidad laboral, “para saber cuántas horas iba a trabajar o si puedes hacer planes”. Y en la misma dirección apunta Toni: tras un par de años sin librar un fin de semana, reconoce que poder quedar con amigos o “hacer planes de finde” es un balón de oxígeno en su rutina. “Ahora valoro muchísimo mis vacaciones, y los días libres me encanta quedarme en casa leyendo un libro o montar en bici, pequeñas cosas que antes no tenía casi tiempo de hacer”, añade Pablo.

Otro factor relevante está relacionado con la posibilidad de seguir creciendo profesionalmente, sin la presión que implica la gestión de un proyecto propio. Pablo resume así la experiencia emprendedora: “En un negocio, el jefe es el último en cobrar y el último en salir”.

No lo llames fracaso, llámalo experiencia

Con frecuencia, quienes deben poner fin a un proyecto emprendedor tienden a sentir que, de alguna forma, han fracasado o no han hecho las cosas bien. Aunque hay quienes saben transformar esa decepción inicial en algo más positivo, como Laura. “Al principio me dije que volver a trabajar por cuenta ajena era un paso atrás. Pero no tardé mucho tiempo en darme cuenta que esos años de experiencia emprendedora me habían dado el bagaje necesario para poder acceder un trabajo en una empresa que encajara conmigo en un futuro. Emprender es como estudiar un máster en miles de áreas en las que seguramente jamás habrías pensando que te tendrías que especializar y te acabas formado en diferentes aprendizajes valiosos para tu carrera futura. Y eso siempre será un valor añadido a tu perfil”.

A Toni, la experiencia emprendedora le aportó la disciplina que antes no tenía. “Ahora no me importa madrugar o esforzarme al máximo, incluso ir a entrenar, después de un día largo de trabajo. Siento que he crecido mucho como profesional, pero también como persona”. Pablo, por su parte, piensa que la capacidad de autogestión este es el mejor aprendizaje que uno puede llevarse a su nuevo empleo como trabajador por cuenta ajena. Ahora desempeña un puesto comercial en una universidad privada y reconoce que su experiencia en el negocio de agua embotellada le ha enseñado a trabajar de manera más autónoma, una habilidad muy valorada en determinados puestos de trabajo.

Aunque no hay que olvidar que este proceso puede también venir acompañado de pérdidas económicas, problemas personales (incluso legales, si el cese de la empresa implica despidos) o conflictos con socios o trabajadores. Toni lo sabe por experiencia propia. “Puedo hablar de fracaso en primera persona porque me quedé sin un euro, con dos trabajadores en la calle y una deuda con el banco. Si algo te enseña una experiencia así es a ser más fuerte y a relativizar los problemas futuros”. No es de extrañar que, ante una experiencia tan dura, la posibilidad de emprender de nuevo se difumine. Toni no quiere ni oír hablar de volver a intentarlo y asegura que, sin duda, vive más tranquilo trabajando por cuenta ajena.

Pero no es el caso de todos ellos. Para algunos, decidirse a emprender tiene mucho que ver con un talante ante la vida y una forma de entender el trabajo, por lo que no cierran las puertas a emprender de nuevo. Es el caso de Pablo, que reconoce que no le importaría volver a embarcarse en un proyecto si mereciese la pena. Eso sí, aprendiendo de los errores del pasado. También coincide Laura, que proviene de una familia de autónomos y considera que la oportunidad de emprender siempre estará abierta para ella. “Darme cuenta de que si en algún momento quiero crear mi propio negocio puedo hacerlo me ha ayudado a verlo como algo positivo: la experiencia emprendedora es valiosa, formadora y, sin duda, merece mucho la pena”.

Foto de WTTJ

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