Quejarse en el trabajo: por qué nos gusta tanto y por qué deberíamos dejarlo
19 jun 2020
5 min
Journaliste indépendante.
Comerse el bote de Nocilla a cucharadas y de una sentada, pedir una “última copa” tres veces y quejarse por todo y por nada figuran entre los placeres culpables más populares. Aunque entre los compañeros que proponen reuniones por Skype a las 18:30 y tu superior que no da ninguna información sobre el reinicio de las actividades después del confinamiento, tienes razones de sobra para quejarte. Una persona se queja de media entre 15 y 30 veces al día. ¿Aumentará esta cifra con el regreso a la oficina? En Welcome to the Jungle, analizamos esta tendencia que, al igual que muchas cosas que nos suelen gustar, quizás sea más perjudicial que beneficiosa.
Quejarte sin parar no te está haciendo bien
“Refunfuñamos porque tenemos necesidades no satisfechas”, explica Christine Lewicki, autora del éxito de ventas ¡Deja de refunfuñar! (2012). “Siempre tenemos una buena razón para hacerlo. Y aunque es muy sano expresar lo que no está bien, ésta no es la estrategia más adecuada”. Aquí algunos de sus inconvenientes:
Es nocivo para tu salud y la de las personas que te rodean. El cerebro tiene las llamadas “neuronas espejo”, lo que dicho de manera simple, significa que imita naturalmente el humor de las personas que se encuentran a su alrededor. Esta es la fuente de la empatía. Se trata de un mecanismo muy práctico en los momentos de alegría colectiva, pero no tanto cuando te sientes mal y afectas a los demás con tus quejas.
Crea una fuerte dependencia: si no sueles hacerlo, evita empezar. El cerebro es perezoso. Repetir un comportamiento con regularidad refuerza las conexiones neuronales necesarias para su realización, con el fin de facilitarlo en el futuro. Por lo tanto, cuanto más te quejas, más fácil y natural te resultará. Al final, este podría terminar convirtiéndose en tu superpoder, por así decirlo.
Te impide apreciar las cosas buenas de la vida. A fuerza de ver el vaso medio vacío, el cerebro crea atajos neuronales que hacen que tu primer impulso sea quejarte. Por ejemplo, si vas a una cafetería, no importará lo rico que esté tu café con leche, sino que solo podrás pensar en las gotas que el camarero derramó por accidente al traerlo.
Perjudica el funcionamiento del hipocampo. Un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) observó que quejarse causa daños colaterales, pues reduce el tamaño del hipocampo, un área muy útil del cerebro que se encarga de la resolución de problemas y el razonamiento.
Puede provocarte problemas de salud. No solo afecta el cerebro, sino que también libera cortisol, la hormona del estrés. Esta segregación innecesaria de hormonas causa un desequilibrio en el sistema inmunitario y aumenta el riesgo de padecer diabetes, problemas de colesterol y enfermedades cardíacas.
¿Puedes hacer una excepción en épocas de crisis?
En esta época tan compleja, que le pone los nervios de punta a todo el mundo, ¿es posible no quejarse? ¿Es el momento indicado para querer cambiar? “Quejarse nunca es una manera adecuada ni oportuna de expresarse. Esto aplica para todo momento, incluyendo antes, durante y después de la crisis”, explica Vanessa Lauraire, psicóloga ocupacional y psicoterapeuta. “Pero esto no significa que no debas expresarte. Y mucho menos en el contexto actual”.
El período caótico que atravesamos altera nuestros puntos de referencia. Las circunstancias actuales conllevan una serie de cambios a los que es necesario adaptarse, pero esto requiere tiempo. Según Vanessa Lauraire, es importante saber identificar y comunicar todo aquello que no te conviene durante esta fase de ajuste: tus objetivos, la repartición de las tareas en el equipo, las condiciones de trabajo, el rumbo de la compañía, etc. Expresar tu opinión acerca de una situación que te afecta es muy diferente a quejarse porque sí.
Sin embargo, a veces el momento no parece el más indicado. Para un empleado en período de prueba o en una empresa en dificultad, ¿refunfuñar es una buena idea o es mejor empezar a buscar un nuevo empleo? Desgraciadamente, no hay una respuesta adecuada para esta pregunta, pues todo depende de la situación de cada persona, pero la psicóloga ofrece un consejo: “Piensa en tus prioridades actuales: ¿terminar el período de prueba y asegurar un sueldo estable? ¿O aclarar el panorama antes de comprometerte a largo plazo? ¿Deseas negociar algunos días de teletrabajo a la semana? ¿O aceptar la política de la empresa y regresar a la oficina?”. ¡La decisión es tuya!
¿Es posible dejar de quejarse definitivamente?
Christine Lewicki explica que sí es posible, pero lo más importante es darse cuenta de que es necesario. “Debe ser tu elección, debes estar dispuesto a hacer los esfuerzos necesarios para cambiar. Puedes empezar evaluando las consecuencias de mantener el mismo comportamiento. No es un proceso fácil, pues debes comprometerte a cambiar profundamente tus hábitos, sobre todo la reacción automática que tienes ante los momentos negativos del día a día”, añade la autora. Quejarse crea más problemas que soluciones. “A menudo, el temor de no ser escuchados lleva a los individuos a quejarse más. Pero las personas a su alrededor tienen cada vez menos ganas de oírles, lo que hace que los otros se quejen aún más. Es un círculo vicioso”, concluye.
Dejar de quejarse no significa dejar pasar todo lo que ocurre, sino cambiar de estrategia para hacerte entender. Y sobre todo, dejar de buscar quién es la víctima o el culpable de una situación. En concreto, esto implica no concentrarse en quién se equivoca y quién tiene razón, sino esforzarse por encontrar soluciones. “Culpar a una persona no le animará a cooperar”, resume la autora. Todo lo contrario, es necesario relacionar a tu interlocutor con el problema y darle ganas de ayudar a solucionarlo.
Ahora bien, si se trata de una situación realmente problemática, es importante “expresar tu frustración y necesidad de un cambio”, explica Christine Lewicki. “Por supuesto, debes recordar que el objetivo es crear condiciones favorables para conseguir una solución”. Por ejemplo, antes de desahogarte, es aconsejable empezar con una nota positiva. Al ayudar a tu interlocutor a sentirse más cómodo, evitas que reaccione de manera defensiva. Entrar en la oficina de tu superior con la voz temblando de ira —porque tienes una montaña de trabajo mientras que tu compañero se queda de brazos cruzados— nunca es la mejor estrategia. Lo más recomendable es formular lo que vas a decir de forma distinta, como: “Estoy impresionada con los esfuerzos que el equipo ha realizado en los últimos dos meses para progresar en el proyecto X, sobre todo en este contexto de crisis. Sin embargo, tengo la impresión de que la carga de trabajo no está repartida de manera equitativa. Ahora que estamos de regreso en la oficina, creo que podríamos hacer una reunión para hablar de las tareas restantes y repartirlas de nuevo”.
Para muchos, el desconfinamiento es sinónimo de reencuentro con los compañeros, sobre todo, en torno a la cafetera de la oficina, el lugar ideal para quejarse en la empresa. A pesar de todo, estos momentos de intercambio y apoyo pueden ser sanos. “Es un entorno que permite conversar de manera informal y puede ser indispensable. Por supuesto, siempre y cuando sea un lugar para compartir experiencias y no de cotilleo improductivo”, explica Vanessa Lauraire. Por su parte, Christine Lewicki habla de los “pequeños festines de quejas” para hacer referencia a este tipo de conversaciones que permiten entablar vínculos y desahogarse. Y tú, ¿qué llevarás al próximo festín?
Traducido por Andreína Gil
Foto de WTTJ
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