Volver al calor de la oficina: trabajar en una empresa tras haber sido freelance
03 ago 2020
6 min
Periodista freelance
Ser tu propio jefe, trabajar cómo y cuándo quieras… Corren ríos de tinta sobre las ventajas de trabajar como ‘freelance’. Sin embargo, del camino de vuelta se habla bastante menos. Y sí, después de haber pasado por una etapa trabajando por cuenta propia, hay profesionales que acaban echando de menos el ambiente de la oficina o la seguridad de recibir una nómina a final de cada mes. Que no cunda el pánico: volver a la oficina y a los horarios fijos es posible.
Hay un montón de incentivos que nos empujan a lanzarnos como freelance: la libertad de elegir los proyectos en los que queremos trabajar, poder escoger nuestros horarios o poder desarrollar nuestras habilidades con más flexibilidad. Atraídos por estas ventajas, más de una de cada diez personas que trabajan en España lo hacen en régimen freelance. En concreto, según la última Encuesta de Población Activa, el 11,4% de las personas que trabajan en nuestro país son autónomos que no emplean a otras personas, un porcentaje que se ha mantenido estable en las últimas dos décadas.
Sin embargo, los hay que, tras probar “la vida freelance”, deciden volver atrás. Una vez solos, se dan de bruces contra una realidad de horas interminables frente a la pantalla del ordenador, la responsabilidad de gestionar sus propias finanzas o el estrés de la relación con los clientes. Otros, simplemente reciben una buena oferta para pasar a formar parte de la plantilla de una empresa y deciden volver a trabajar como asalariados. Tres antiguos trabajadores freelance nos cuentan por qué han decidido volver al calor de la oficina corporativa.
¿Por qué volver a trabajar como empleado?
La estabilidad de un contrato
Ser trabajador de una empresa no garantiza que no puedan despedirte, pero implica una fuente de ingresos bastante más segura. Sin ir más lejos, tendrás derecho a una indemnización si deciden despedirte y no podrán hacerlo de un día para otro, sino que estarán obligados a ofrecerte un periodo de preaviso. En cambio, si eres freelance con un simple correo electrónico pueden anunciarte que tu colaboración se acaba en ese mismo momento.
Un contrato puede resultar especialmente atractivo cuando vienen curvas. Fran, que trabajó como arquitecto por cuenta propia durante siete años, decidió volver a la plantilla de una empresa tras recibir una buena oferta que le reconocía las habilidades que había desarrollado durante su tiempo como freelance.
“Con la crisis del coronavirus, es algo que he apreciado mucho. Seguir cobrando mi nómina puntualmente todos los meses te da mucha tranquilidad”, reconoce. “Saber que tendrás un sueldo fijo te permite respirar, ya que sabes cuáles son tus ingresos y tus gastos. Además, tienes días libres y de descanso que también son fijos”, añade Laura, que también ha vuelto a trabajar en una empresa de comunicación tras una etapa freelance.
Menos dolores de cabeza
Impuestos, pagos a la Seguridad Social, envío de facturas a clientes… Ser freelance implica libertad, pero también bastante papeleo. Cuando trabajas por cuenta ajena, te olvidas de todos esos problemas.
Inés también reconoce que volver a trabajar por cuenta ajena le ha permitido poder “acabar con la continua búsqueda del trabajador freelance: nuevos proyectos, más trabajo…. lo cual por un lado es muy gratificante, pero puede suponer mucho estrés y cansancio”.
En el caso de Laura, trabajó más de dos años como consultora freelance en seguimiento de asuntos públicos, pero siempre tuvo como objetivo volver a la estabilidad de una oficina. Cuando encontró un empleo como técnico de comunicación, no lo dudó ni un momento. “Puedes organizarte para tener una vida más tranquila y no estar pendiente del ‘¿mañana me llamarán?’ o ‘¿seguirán contando conmigo?’”, explica.
Mayores retos
A menudo, cuando trabajas por tu cuenta, no tienes la opción de liderar grandes proyectos. Tiendes a trabajar con encargos de escala más reducida, adaptados a la capacidad de trabajo de una sola persona. Es el caso de Fran. Esta posibilidad de enfrentarse a mayores retos fue el factor determinante que le hizo aceptar un contrato. “Entrar en una empresa me dio la oportunidad de empezar a trabajar en proyectos a los que como autónomo me habría sido muy complicado acceder”, resume.
Disponer de oportunidades para seguir creciendo profesionalmente fue uno de los principales motivos que llevaron a Inés, periodista, a aceptar la oferta de trabajo de uno de sus clientes, una agencia de marketing de Zaragoza. “Formar parte de una empresa supone que, además de todo lo que quieras aprender por tu cuenta, si la empresa cuida bien de sus trabajadores, va a invertir en tu formación”, comenta.
Alguien con quien tomar un café
Trabajar como freelance significa estar (casi siempre) solo, y esto es algo que no todo el mundo lleva igual de bien. No tienes compañeros en los que apoyarte si algo no va bien o a los que pedir consejo si tienes una duda. Aquellos que vuelven a un empleo por cuenta ajena valoran mucho el trabajo en equipo. “Cuando era freelance tenía dificultades para encontrar a personas que estuvieran en la misma situación que yo y con las que poder compartir cosas de mi día a día”, recuerda Inés.
Nada es perfecto: volver a la oficina también significa más rigidez
Una vez acostumbrado a la independencia de gestionar el trabajo por tu cuenta, volver a compartir oficina y trabajar de nuevo en equipo puede presentar algunos desafíos puede llevar un tiempo de adaptación. “Cuando estás acostumbrado a trabajar solo, es complicado amoldarse a la forma de trabajar de una empresa. Tiendes a pensar: ‘yo esto lo haría de otra forma’. Hay veces que te frustras un poco porque te das cuenta de que algo que sería muy fácil de resolver puede convertirse en algo horrible a causa de la burocracia o el papeleo”, explica Fran. Hoy lleva ya dos años en la empresa y afirma sentirse mucho mejor adaptado.
Otro aspecto que se menciona con frecuencia es el de la flexibilidad. “En la mayoría de los casos, no puedes organizar tu tiempo como quieres, ya que tienes un horario fijo, con un número concreto de horas, de lunes a viernes, y no tienes la libertad que te da el ser freelance”, reconoce Inés. Y lo mismo se aplica al teletrabajo: “Como freelance se suele trabajar desde casa, en una oficina propia o en un coworking… Puedes trabajar desde diferentes lugares sin necesidad de una oficina física. Esto, con la crisis del coronavirus, se ha empezado a valorar mucho ya que muchos asalariados han tenido la oportunidad de trabajar desde casa”, comenta esta profesional.
Pero el hecho de firmar un contrato también supone aceptar una relación legal que es más difícil de terminarsi las cosas no van del todo bien. Si eres freelance y la relación con un cliente no es agradable, puedes decidir poner fin a la colaboración en cualquier momento. Pero si tienes un jefe que te hace la vida imposible, dar por terminado tu contrato puede resultar bastante más complicado. “Te puedes encontrar con que la empresa no tenga planes interesantes para tu desarrollo profesional, un mal ambiente laboral, que el jefe no te caiga bien, o que el trabajo sea aburrido”, recuerda Fran, que considera que esta es una de las principales desventajas y la valoró antes de aceptar su puesto.
¿Y tú a qué club perteneces? ¿Cuenta propia o ajena?
¿Es mejor ser freelance o asalariado? Esto no es como ser de un equipo de fútbol. Puedes pasar de uno a otro e incluso ser un poco de los dos. Fran e Inés son dos ejemplos de que la línea que separa ambos mundos no es tan rígida como puede parecer: ambos continuaron realizando encargos como freelance tras haber firmado sus respectivos contratos con empresas.
En el caso de Fran, reconoce que lo hizo por desconfianza sobre cómo sería la adaptación a su nuevo estatus y por precaución mientras su contrato no era indefinido. “Durante el primer año, tuve que sacar ratos cuando no hacía mi trabajo en la empresa para ir acabando proyectos que tenía en paralelo y no dejar tirados a mis clientes”, explica.
En el caso de Inés, cuando sale de la oficina, sigue acudiendo a ruedas de prensa para escribir artículos para una agencia de noticias. Esa concesión fue algo que acordó con su nueva empresa al firmar el contrato. “Pude mantener una de mis colaboraciones como periodista, un oficio que me apasiona”.
Para Laura, el paso por la vida freelance tuvo siempre fecha de caducidad: fue una manera de ganarse la vida mientras llegaba el contrato laboral que buscaba. “Me costó casi cuatro años encontrar la oportunidad: fue duro y muy difícil porque no tenía contactos. Era cuestión de tiempo, de adquirir más formación y experiencia. En esos años hice un máster y supongo esto es lo que me abrió las puertas a nuevas oportunidades”.
Al final, decidir de qué lado del mercado laboral estás es algo que tiene mucho que ver con tu personalidad y lo que estás buscando en ese momento. Si te estás planteando un cambio profesional, pon en una balanza las ventajas y las desventajas y recuerda que cualquier decisión que tomes no es definitiva: distintas experiencias te proporcionarán distintas habilidades. Y, si al final no te convence la decisión que has tomado, ¡siempre hay un camino de vuelta!
Foto de WTTJ
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